El cáncer es una enfermedad caracterizada por la transformación progresiva de células normales en células tumorales dentro de un determinado órgano o tejido. Estas células dan origen a un tumor cancerígeno que, al no ser detectado y tratado oportunamente, se disemina a otros órganos y tejidos a través de la sangre o el sistema linfático, proceso denominado como “metástasis”. De este modo, el cáncer cobra la vida de una de cada seis personas alrededor del mundo, convirtiéndose en la causa de muerte número uno en la actualidad (OMS, 2022).
En función de los órganos o tejidos del cuerpo donde inicia la proliferación de las células cancerígenas, se han descrito más de 200 tipos de cáncer cuya incidencia y prevalencia se relacionan con características demográficas como el sexo, la edad, la etnia y el origen geográfico. Por ejemplo, según las estadísticas de la Sociedad Americana contra el Cáncer (2022), los tipos de cáncer con mayor tasa de incidencia en Estados Unidos son: próstata (hombres), seno (mujeres), pulmón y bronquios y colorectal.
Gracias a los exhaustivos estudios que se ha realizado sobre las causas del cáncer, sabemos que esta enfermedad es el resultado de la interacción entre factores genéticos y factores externos como la exposición a la radiación, el consumo de algunas sustancias químicas y la interacción con determinados agentes biológicos (bacterias, parásitos y virus). En este sentido, algunos hábitos de vida constituyen factores de riesgo que son determinantes en la incidencia del cáncer, entre los cuales se destacan: el consumo de alcohol y tabaco, la inactividad física y la alimentación poco saludable.
Pese a que en las últimas décadas se ha desarrollado diversos tratamientos para el cáncer, la urgente necesidad disminuir las tasas de mortalidad y aumentar las probabilidades de supervivencia, así como de mejorar la calidad de vida de los pacientes a lo largo de la trayectoria de la enfermedad, han dado lugar al desarrollo de una gran variedad de tratamientos alternativos complementarios que cada día adquieren una mayor relevancia en el campo de la oncología.
En la última década, los cannabinoides, un grupo de metabolitos secundarios que están presentes en la planta de cannabis (Cannabis sativa), han adquirido una creciente popularidad y han sido ampliamente acogidos como tratamiento para el cáncer. Entre estos, el Cannabidiol, también conocido como CBD, es sin duda alguna el que ha despertado un mayor interés, debido a la creciente evidencia sobre sus beneficios terapéuticos y a que su consumo es considerablemente seguro. Con los años, hemos visto un aumento sustancial en el número de estudios sobre de la relación entre el CBD y el cáncer que ha contribuido a consolidar el apoyo de la comunidad científica y, en consecuencia, a lograr grandes avances en términos de legislación farmacéutica.
El extracto de CBD puede administrarse de diversas formas, sin embargo, debido a su fácil manejo y dosificación, el aceite de CBD es la presentación más utilizada. Su uso potencial como tratamiento emergente para cáncer proviene de algunas de sus propiedades, principalmente:
- Antiproliferativas: El CBD contribuye a inhibir el ciclo celular, al desacelerar o detener el crecimiento y la reproducción de las células cancerígenas.
- Proapoptóticas: El CBD favorece la muerte celular, estimulando la eliminación de las células cancerígenas que cuando se multiplican dan lugar a la formación de tumores.
- Antioangiogénicas: EL CBD limita la formación de vasos sanguíneos asociados a los tumores, deteniendo el suministro de oxígeno y nutrientes que estos requieren para crecer.
- Inmunomoduladoras: El CBD estimula el sistema inmunológico y, por consiguiente, aumenta la capacidad del organismo de modular las respuestas inflamatorias y de identificar y eliminar las células cancerígenas.
Además, el dolor físico, la disminución del apetito y el sueño y la aparición de náuseas y vómitos consistentes, sumados al deterioro progresivo de la salud mental, debido a la ansiedad prolongada con la que muchos pacientes viven, generan un constante y profundo detrimento en su salud que dificulta el manejo integral de la enfermedad. En este contexto, el CBD se posiciona indudablemente como el tratamiento con el mayor potencial para aumentar drásticamente la calidad de vida de los pacientes durante la evolución del cáncer, ya que mitiga todos estos daños que son tanto síntomas de la enfermedad, principalmente del proceso de metástasis, como efectos secundarios de algunos tratamientos convencionales altamente invasivos como la quimioterapia y la radioterapia.
En conclusión, el CBD (Cannabidiol) es un compuesto natural con un valor clínico y terapéutico incalculable, respaldado por la ciencia y miles de testimonios alrededor del mundo. Por ello es imprescindible que tanto los pacientes con cáncer como sus familiares y allegados, y la sociedad en general, lo conozcan, para que sus beneficios puedan ser aprovechados. Hoy más que nunca es imprescindible que las personas que padecen de cáncer tengan la oportunidad de conocer acerca de éste tratamiento por parte de su equipo médico, que tengan la oportunidad de elegir y optar por éste tipo de terapia natural. Todo esto va a contribuir y permitir que las personas tengan un transcurso de la enfermedad más tolerable, ético y humano. Y en el mejor de los casos un éxito en la recuperación de la enfermedad.
Bibliografía
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